La Misión del Báb

Retrospectiva 1844-1994

POR DOUGLAS MARTIN

En este artículo, publicado por primera vez en la edición de 1994–5 de The Bahá’í World, Douglas Martin considera la Revelación del Báb en el contexto de su impacto en los escritores occidentales del período y su posterior influencia.

El año 1994 marcó el 150 aniversario de la declaración de Su misión por parte del Báb (Siyyid ‘Alí-Muhammad, 1819-1850), uno de los dos Fundadores de la Fe Bahá’í. El momento invita a un intento de obtener una visión general de las extraordinarias consecuencias históricas que han surgido de un evento poco conocido en el momento, fuera de los límites de la sociedad remota y decadente dentro de la cual ocurrió.

La primera mitad del siglo XIX fue un período de expectativa mesiánica en el mundo islámico, así como sucedió en muchas partes del mundo cristiano. En Persia, una ola de entusiasmo milenario barrió a muchos de la clase religiosamente educada de la sociedad musulmana chiita, centrada en la creencia de que estaba cerca el cumplimiento de las profecías del Corán y de las tradiciones islámicas. Fue a uno de esos buscadores ardientes1 que, en la noche del 22-23 de mayo de 1844, el Báb (un título que significa Puerta) anunció que Él era el Portador de una Revelación Divina destinada no solo a transformar el Islam sino a establecer un nuevo rumbo para la vida espiritual de la humanidad.

La habitación donde el Báb declaró Su Misión

Durante la siguiente década, la creciente oposición del clero y del Estado provocó el martirio del Báb, la masacre de Sus principales discípulos y de varios miles de Sus seguidores, y la virtual extinción del sistema religioso que Él había fundado. Sin embargo, de estos terribles años surgió un movimiento sucesor, la Fe Bahá’í, que desde entonces se ha extendido por todo el planeta y ha instituido su pretensión de representar una religión mundial nueva e independiente.

Es a Bahá'u'lláh (Mírzá Husayn-'Alí, 1817-1892), a Quien la comunidad mundial bahá'í se vuelve como la fuente de sus enseñanzas espirituales y sociales, la autoridad de las leyes e instituciones que dan forma a su vida, y la visión de unidad que hoy la ha convertido en uno de los cuerpos organizados de personas más geográficamente extendidos y étnicamente diversos de la tierra. La Fe deriva su nombre de Bahá’u’lláh, y hacia Su lugar de descanso en Tierra Santa los millones de bahá’ís de todo el mundo dirigen diariamente sus pensamientos cuando se vuelven a Dios en oración.

Sin embargo, estas circunstancias de ninguna manera menoscaban el hecho de que la nueva Fe hubiera nacido en medio de la sangrienta y terrible magnificencia que rodea la breve misión del Báb, ni que la inspiración para su difusión mundial hubiera sido el espíritu de autosacrificio que los bahá'ís encuentran en Su vida, y en la vida de la heroica banda que le siguió. Las oraciones reveladas por el Báb y los pasajes de sus voluminosos escritos son parte de la vida devocional de los bahá’ís en todas partes. Los eventos de Su misión se conmemoran cada año como días sagrados en decenas de miles de comunidades locales bahá'ís.2 En las laderas del Monte Carmelo, el Santuario con cúpula dorada donde están enterrados Sus restos mortales domina el gran complejo de edificios monumentales y jardines que constituyen el centro administrativo de las actividades internacionales de la Fe.

Sin embargo, en la conciencia pública contemporánea de la comunidad bahá’í y sus actividades, la vida y la persona de Bahá’u’lláh habían eclipsado en gran medida a las del Báb. En cierto sentido, era natural que así fuera, dado el papel principal de Bahá’u’lláh en el cumplimiento de las promesas del Báb y como Arquitecto de los logros de la Fe. Sin embargo, hasta cierto punto, esta circunstancia también refleja el surgimiento dolorosamente lento de la nueva religión desde la oscuridad hasta el escenario de la historia. En un comentario perspicaz sobre el tema, el historiador británico Arnold Toynbee comparó el nivel de apreciación de la Fe Bahá'í en la mayoría de las tierras occidentales con la impresión igualmente limitada de que la misión de Jesucristo había logrado hacer en la clase educada del Imperio Romano, unos 300 años después de Su muerte.3 Dado que la mayor parte de la actividad pública de la comunidad bahá'í en las últimas décadas se ha centrado en la exigente tarea de presentar el mensaje de Bahá'u'lláh y elaborar las implicaciones de Sus enseñanzas sociales en la vida de la sociedad, los orígenes de la Fe en Persia del siglo diecinueve tienden a ser eclipsados temporalmente en la mente del público.

De hecho, los bahá'ís también son desafiados por las implicaciones de la idea extraordinaria de que nuestra época haya sido testigo de la aparición de dos Mensajeros de Dios casi contemporáneos. Bahá’u’lláh describe el fenómeno como una de las características distintivas de la nueva religión y como un misterio central del plan de Dios para la unificación de la humanidad y el establecimiento de una civilización global.4

Es fundamental para la concepción bahá'í de la evolución de la civilización, una analogía que se encuentra en los escritos tanto del Báb como de Bahá’u’lláh. Traza un paralelo entre el proceso por el cual la raza humana se ha civilizado gradualmente y el proceso mediante el cual cada uno de sus miembros pasa por las etapas sucesivas de la infancia, la niñez y la adolescencia hasta la edad adulta. La idea arroja luz sobre la relación que perciben los bahá’ís entre las misiones de los dos Fundadores de su religión.

Tanto el Báb como Bahá’u’lláh, el primero implícita y el segundo explícitamente, señalan que la raza humana se encuentra en el umbral de su madurez colectiva. Además del papel del Báb como Mensajero de Dios, Su llegada marca la fructificación del proceso de refinamiento de la naturaleza humana, cultivado durante miles de años por la revelación divina. Puede considerarse, en tal sentido, como la puerta a través de la cual la humanidad debe pasar a medida que asume las responsabilidades de la madurez. Su brevedad misma parece simbolizar la relativa rapidez de la transición.5

En el nivel individual, tan pronto se cruza el umbral crítico de la madurez en su desarrollo, los desafíos y oportunidades de la edad adulta lo atraen. Las potencialidades emergentes de la vida humana ahora deben encontrar expresión a través de largos años de responsabilidad y rendimiento: deben actualizarse a través del matrimonio, una profesión y una familia, y el servicio a la sociedad. En la vida colectiva de la humanidad, es la misión de Bahá’u’lláh, el Mensajero universal de Dios predicho en las escrituras de todas las religiones del mundo.


Sin embargo, ya incluso a finales del siglo XIX, era el Báb el que figuraba como la Personalidad central de la nueva religión para la mayoría de los occidentales que se habían enterado de su existencia. Escribiendo en la revista norteamericana Forum en 1925, el crítico literario francés Jules Bois recordó el impacto extraordinario que la historia del Báb seguía teniendo en la opinión educada de Europa durante los últimos años del siglo XIX:

Toda Europa sintióse movida a la piedad e indignación... Entre los literatos de mi generación, en el París de 1890, el martirio del Báb conservaba la misma vigencia que tuvo cuando llegaron las primeras noticias de Su muerte. Escribimos poemas sobre Él. Sarah Bernhardt rogó a Catulle Mendés que realizara una obra sobre el tema de esta tragedia histórica.6

Los escritores tan diversos como Joseph Arthur de Gobineau, Edward Granville Browne, Ernest Renan, Aleksandr Tumanskiy, A.L.M. Nicolas, Viktor Rosen, Clément Huart, George Curzon, Matthew Arnold y Leo Tolstoy se vieron afectados por el drama espiritual que había transcurrido en Persia a mediados del siglo XIX. No fue sino a principios de nuestro siglo, que el nombre de Causa Bahá’í, que la nueva religión había adoptado para sí misma ya en la década de 1860, vino a reemplazar la designación de movimiento Bábí en el uso general que se le daba en Occidente.7

Joseph Arthur de Gobineau
Edward Granville Browne
Ernest Renan
A.L.M. Nicolas
George Curzon
Matthew Arnold
Leo Tolstoy

Que éste haya sido el caso era sin duda un reflejo del grado en que la breve pero incandescente vida del Báb pareció captar y encarnar los ideales culturales que habían dominado el pensamiento europeo durante la primera mitad del siglo XIX, y que ejercieron una poderosa influencia en la imaginación occidental durante muchas décadas a partir de entonces. El concepto que se utiliza comúnmente para describir el curso del desarrollo cultural e intelectual de Europa durante las primeras cinco o seis décadas del siglo XIX es el romanticismo. Al comienzo del siglo, el pensamiento europeo había empezado a mirar más allá de su preocupación por el racionalismo árido y las certezas mecanicistas de la era de la Ilustración hacia la exploración de otras dimensiones de la existencia: lo estético, lo emocional, lo intuitivo, lo místico, lo natural, lo irracional. La literatura, la filosofía, la historia, la música y el arte respondieron con fuerza, y ​​gradualmente ejercieron una gran influencia en el pensamiento popular.

En Inglaterra, donde la tendencia ya cobraba fuerza a principios del siglo, uno de los efectos fue tal vez la efusión más espectacular de poesía lírica que el lenguaje jamás hubiera conocido. Durante las siguientes dos o tres décadas, estas primeras percepciones encontraron poderoso eco en toda Europa occidental. Un nuevo orden de cosas, un mundo completamente nuevo estaba al alcance, si el hombre solo se atreviera a tomar lo necesario. Liberados de la agitación intelectual de las décadas anteriores, los poetas, artistas y músicos se concibieron a sí mismos como la voz de inmensas capacidades creativas latentes en la conciencia humana que buscaba expresión; como profetas que moldeaban una nueva concepción de la naturaleza y de la sociedad humana. Con la validez de la religión tradicional ya envuelta en dudas, fueron convocadas las figuras míticas y los eventos del pasado clásico para servir como vehículos para este ideal heroico.

Sufrir tribulaciones que la Esperanza considera infinitas;
Perdonar agravios más oscuros que la Muerte o la Noche;
Desafiar el Poder que parece ser Omnipotente;
Amar y soportar; esperar, hasta que la Esperanza crea
De su propio naufragio la cosa que contempla...
Solo esto es Vida, Alegría, Imperio y Victoria.8

Los mismos anhelos se habían despertado en Estados Unidos en las décadas inmediatamente anteriores a la Guerra Civil y dejarían una huella indeleble en la conciencia pública. Todos los trascendentalistas se sintieron profundamente atraídos por la literatura mística de Oriente: el Bhagavad Gita, el Ramayana y los Upanishads, así como las obras de los principales poetas islámicos, Rúmí, Háfiz y Sa‘dí. El efecto se puede apreciar en los escritos tan influyentes de Emerson como el Discurso de la Divinity School Address:

Anhelo la hora en que aquella Belleza suprema que cautivó las almas de esos hombres orientales, y principalmente las de los hebreos, y a través de sus labios habló oráculos a todo tiempo, hablará también en Occidente ... Anhelo al nuevo Maestro que seguirá tan lejos aquellas leyes brillantes que las verá cerrar el círculo; ... verá el mundo como el espejo del alma; verá la identidad de la ley de gravitación con pureza de corazón; y demostrará ... que el Deber es una sola cosa con la Ciencia, con la Belleza y con la Alegría.9

A medida que avanzaba el siglo, el optimismo romántico temprano se veía sumido cada vez más en las sucesivas decepciones y derrotas del fervor revolucionario que había ayudado a despertar. Bajo la presión de los cambios científicos y tecnológicos, la cultura del materialismo filosófico al que originalmente había dado lugar la especulación de la Iluminación se fue consolidando gradualmente. Las guerras y las agitaciones revolucionarias de mediados de siglo contribuyeron aún más a un ambiente de realismo, un reconocimiento de que los grandes ideales deben reconciliarse de alguna manera con las circunstancias obstinadas de la naturaleza humana.

Sin embargo, incluso en la atmósfera relativamente sobria del discurso público victoriano, los anhelos románticos conservaron una poderosa influencia en la conciencia occidental. Produjeron una susceptibilidad a los impulsos espirituales que, si bien eran diferentes de los que habían caracterizado las décadas iniciales del siglo, ahora afectaban a un público amplio. Si la figura revolucionaria de Prometeo ya no hablaba de las percepciones inglesas de la época, la leyenda artúrica atrapó la esperanza popular, combinando el idealismo juvenil con las perspectivas de la madurez, y capturó la imaginación de millones de personas precisamente por eso:

El viejo orden cambia, cediendo lugar a lo nuevo,
Y Dios se cumple de muchas maneras,
Para que una costumbre buena no corrompa al mundo.10

No es de sorprender que, en las mentes formadas en este medio cultural, la figura del Báb ejerciera una fascinación convincente, conforme los occidentales se familiarizaban con Su historia en los últimos años del siglo. Particularmente atractiva fue la pureza de Su vida, una nobleza de carácter sin sombra que se había ganado los corazones de muchos de Sus compatriotas quienes habían llegado como escépticos o incluso como enemigos y se habían quedado para dar sus vidas por Su causa. Las palabras que el Báb dirigió al primer grupo de Sus discípulos sugieren la naturaleza de las normas morales que sostuvo como metas para aquéllos que respondieron a Su llamado:

Purgad vuestros corazones de todo deseo mundano y dejad que las virtudes angelicales sean vuestro adorno. … Los días en que la vana adoración era considerada suficiente han llegado a su fin. Ha llegado la hora cuando nada sino el motivo más puro, apoyado por acciones de inmaculada pureza, pueden ascender al trono del Altísimo y ser aceptadas por Él. ... Rogad al Señor, vuestro Dios que conceda que ningún lazo terrenal, ningún afecto mundano, ninguna ocupación efímera, ofenda la pureza o amargue la dulzura de la gracia que fluye a través de vosotros.11

La pureza de corazón se combinó con el coraje y la voluntad de sacrificio personal que los observadores occidentales encontraron profundamente inspiradores. Los comentarios de Ernest Renan y otros trazaron el paralelo ineludible con la vida de Jesucristo. Como lo demostró convincentemente el drama extraordinario de Sus últimos momentos,12 el Báb podría haberse salvado en cualquier momento y haber logrado dominar a los que lo perseguían aprovechando la temeridad de Sus adversarios y la superstición de la población en general. Despreció hacerlo, y aceptó la muerte a manos de Sus enemigos solo cuando estuvo convencido de que Su misión se había cumplido por completo y de conformidad con la Voluntad de Dios. Sus seguidores, quienes se habían despojado de todos los apegos y ventajas terrenales, fueron brutalmente masacrados por adversarios que habían jurado sobre el Corán que les perdonarían la vida y su honor, y vergonzosamente abusaron de sus esposas e hijos después de su muerte. Renan escribe:

Por él, miles de mártires avanzaron juntos a su muerte. Un día sin igual quizás en la historia del mundo fue el de la gran masacre de los bábís en Teherán. ‘En ese día se veía en las calles y los bazares de Teherán’, dice un narrador, que tiene conocimiento de primera mano, ‘un espectáculo que no parece que las poblaciones puedan olvidar jamás...’. Las mujeres y los niños avanzaron cantando un verso que dice: ‘En verdad venimos de Dios, y a Él volvemos’.13
La plaza del cuartel en Tabríz donde el Báb fue martirizado

La pureza de corazón y el coraje moral iban de la mano con un idealismo con el cual la mayoría de los observadores occidentales podían identificarse fácilmente. En el siglo XIX, la Persia a la que se dirigió el Báb y que alguna vez había sido una de las grandes civilizaciones del mundo, había decaído convirtiéndose en objeto de desesperación y desprecio entre los visitantes extranjeros. Una población ignorante, apática y supersticiosa al extremo, era presa de un clero musulmán profundamente corrupto y del brutal régimen de los shahs qájáres. El Islam chiita se había degenerado, en su mayor parte, convirtiéndose en una masa de supersticiones y legalismos sin sentido. La seguridad de la vida y de la propiedad dependía completamente de los caprichos de aquellos que tenían la autoridad.

Tal era la sociedad que el Báb convocó a la reflexión y a la autodisciplina. Amaneció una nueva era; Dios exigía pureza de corazón en lugar de fórmulas religiosas, una condición interna que debía coincidir con la limpieza en todos los aspectos de la vida diaria; la verdad era un objetivo que se ganaba no por imitación ciega sino por esfuerzo personal, la oración, la meditación y el desprendimiento de los apetitos. La naturaleza de los relatos que los escritores occidentales como Gobineau, Browne y Nicolás escucharon más tarde de los seguidores sobrevivientes del Báb se pueden apreciar en las palabras con las que Mullá Husayn-i-Bushrú'í describió el efecto en él de su primer encuentro con el Báb:

Parecía poseer coraje y poder tales que si el mundo, todos sus pueblos y sus potentados, fueran a levantarse en mi contra, sólo y sin amilanarme, resistiría su agresión. El universo parecía tan sólo un puñado de polvo en mis manos. Parecía que yo era la Voz de Gabriel personificado, llamando a toda la humanidad: Despertad, porque ¡he aquí!, ha llegado la Luz del amanecer.14

Los observadores europeos, que visitaron el país mucho después del martirio del Báb, quedaron impresionados por la distinción moral lograda por la comunidad bahá’í de Persia. Explicando a los lectores occidentales el éxito de las actividades de enseñanza bahá'ís entre la población persa, en contraste con los esfuerzos ineficaces de los misioneros cristianos, E.G. Browne dijo:

Para el observador occidental, sin embargo, es la completa sinceridad de los bábís [sic], su audaz desprecio por la muerte y la tortura sufrida por causa de su religión, su cierta convicción con respecto a la verdad de su fe, en general su conducta admirable hacia la humanidad y especialmente hacia sus hermanos creyentes, lo que constituye su mayor reclamo sobre su atención.15

La figura del Báb también atraía fuertemente las sensibilidades estéticas que el romanticismo había despertado. Aparte de aquellos de sus compatriotas cuyas posiciones se veían amenazadas por Su misión, los relatos sobrevivientes de todos los que lo conocieron coinciden en su descripción de la extraordinaria belleza de su persona y de sus movimientos físicos. Su voz, particularmente cuando cantaba las tablas y oraciones que había revelado, poseía una dulzura que cautivaba el corazón. Incluso su vestimenta y el mobiliario de su casa sencilla se caracterizaban por un grado de refinamiento que parecía reflejar la belleza espiritual interior que tan poderosamente atraía a sus visitantes.

Algunos de los artículos personales del Báb

Se debe hacer referencia particular a la originalidad del pensamiento del Báb y la manera en que eligió expresarlo. A lo largo de todas las vicisitudes del siglo XIX, la mente europea había seguido aferrándose al ideal del hombre del destino quien, a través de la pura fuerza creativa de su genio desenfrenado, podría establecer un nuevo rumbo en los asuntos humanos. A principios de siglo, Napoleón Bonaparte parecía representar tal fenómeno, y ni siquiera la desilusión que siguió a su traición al ideal había desalentado la poderosa corriente de individualismo que fue uno de los principales legados del movimiento romántico en ese siglo y, de hecho, para el nuestro.

De los escritos del Báb surge un nuevo enfoque radical hacia la verdad religiosa. Su audacia fue una de las principales razones de la violencia de la oposición que despertó su obra entre el clero musulmán oscurantista que dominaba todo discurso serio en la Persia en el siglo XIX. Estos conceptos desafiantes se combinaron con el carácter altamente innovador del lenguaje en el que fueron comunicados.

En su forma literaria, el árabe posee una belleza casi hipnótica, una belleza que, en el lenguaje del Corán, alcanza niveles de lo sublime que los musulmanes de todas las edades han considerado más allá de la imitación del hombre mortal. Para todos los musulmanes, independientemente de su secta, cultura o nación, el árabe es el idioma de la Revelación por excelencia. La prueba del origen divino del Corán no radica principalmente en su carácter como literatura, sino en el poder que poseían sus versos para cambiar el comportamiento y las actitudes humanas. Si bien, al igual que Jesús y Muhammad antes que Él, el Báb había recibido poca educación formal, utilizaba el árabe y su persa natal, de manera alternada, de acuerdo a como lo requerían los temas de Su discurso.

Para sus oyentes, el signo más dramático de la autoridad espiritual del Báb fue que por primera vez en más de 12 siglos, los oídos humanos tuvieron el privilegio de escuchar nuevamente los acentos inimitables de la Relevación. De hecho, en un aspecto importante, el Corán fue superado con creces. Las tablas, las meditaciones y las oraciones de estremecedor poder fluyeron sin esfuerzo de los labios del Báb. En un período extraordinario de dos días, sus escritos superaron en cantidad todo el texto del Corán, que representaba el fruto de 23 años de esfuerzo profético de Muhammad. Nadie entre sus oponentes eclesiásticos se aventuró a aceptar su desafío público: En verdad, hicimos de la revelación de versos un testimonio de Nuestro Mensaje para vosotros. Es decir, en el Corán Dios había establecido explícitamente el milagro del poder del Libro como Su única prueba. ¿Acaso podéis vosotros producir una sola letra que iguale a estos versos? Exponed, pues, vuestras pruebas...16

Por otra parte, a pesar de Su habilidad para usar las formas árabes tradicionales cuando decidía hacerlo, el Báb no dudaba en abandonar dichas convenciones cuando las exigencias de Su mensaje lo requerían. Recurrió libremente a los neologismos, las nuevas construcciones gramaticales y otras desviaciones del discurso aceptado, cada vez que encontraba que los términos existentes eran vehículos inadecuados para la nueva concepción revolucionaria de la realidad espiritual que promovía vigorosamente. Reprendido por los sabios mujtahids chiitas durante Su juicio en Tabríz (1848) por violar las reglas de la gramática, el Báb recordó a Sus seguidores que la Palabra de Dios es la Creadora del lenguaje, así como de todas las demás cosas, moldeándola de acuerdo con Su proposito.17 A través del poder de Su Palabra, Dios dice SE, y lo es.

El principio es tan antiguo como la religión profética; de hecho, es fundamental para ella:

En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. ... Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. ... En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.18

Las implicaciones para la respuesta de la humanidad al Mensajero de Dios en Su advenimiento se mencionan en un pasaje de una de las principales obras de Bahá’u’lláh, Los Cuatro Valles. Citando al poeta persa Rúmí, dice:

Hay una historia de un conocedor místico, que salió de viaje con un gramático amigo como compañero. Llegaron a la orilla del Mar de la Grandeza. El conocedor, poniendo su confianza en Dios, enseguida se arrojó a las olas, pero el gramático permaneció desconcertado, perdido en sus razonamientos que eran como palabras escritas en el agua. El conocedor le gritó: ¿Por qué no me sigues? A lo que el gramático respondió: Oh hermano ¿qué puedo hacer? Ya que no me atrevo a avanzar, debo volver. Entonces exclamó el conocedor: Olvida lo que has aprendido de Síbavayah y Qawlavayh, de Ibn-i- Ḥájib e Ibn-i-Málik, y cruza el agua.
Con renunciación, no con las reglas de la gramática, uno debe estar armado: Sé nada, entonces, y cruza este mar ileso.19

Para los jóvenes seminaristas que con más entusiasmo respondieron a Él, la originalidad del lenguaje del Báb, lejos de crear un obstáculo para la apreciación de Su mensaje, en sí mismo representó otro signo convincente de la misión divina que reclamaba. Los desafió a romper los patrones de percepción familiares, a extender sus facultades intelectuales, a descubrir en esta nueva Revelación una verdadera libertad de espíritu.

Por incomprensibles que resultaran algunos de los escritos del Báb para sus admiradores europeos, más tarde estos también lo percibieron como una figura única, una que había encontrado en su propia alma la visión de una nueva realidad trascendente y que había actuado sin vacilar sobre el imperativo que representaba. La mayoría de los comentarios de ellos tendían a reflejar el marco mental dualista de la era victoriana y se presentaban como observaciones científicamente motivadas de lo que sus autores consideraban un importante fenómeno religioso y cultural. En la introducción a su traducción de A Traveler’s Narrative, por ejemplo, el erudito de Cambridge, Edward Granville Browne, se esforzó por justificar el grado inusual de atención que había dedicado al movimiento Bábí en su trabajo de investigación:

... aquí [el estudiante de religión] puede contemplar las personalidades que con el paso del tiempo se convierten en héroes y semidioses, sin que estén obscurecidos aún por el mito y la fábula; puede examinar, a la luz de un testimonio concurrente e independiente, uno de esos extraños estallidos de entusiasmo, fe, devoción ferviente y heroísmo indomable, o fanatismo, si así lo desea, que estamos acostumbrados a asociar con la historia más temprana de la raza humana; puede presenciar, en una palabra, el nacimiento de una fe que podría tener la posibilidad de ganar un lugar en medio de las grandes religiones del mundo.20

Sin embargo, el efecto electrizante que ejerció el fenómeno, incluso en un intelecto europeo cauteloso y científicamente entrenado, y después de haber pasado varias décadas, se puede apreciar en las observaciones finales de Browne en un artículo importante en Religious Systems of the World, publicado en 1892, el año del fallecimiento de Bahá'u'lláh:

Confío en que les he dicho lo suficiente como para dejar en claro que los objetivos a los que apunta esta religión no son ni triviales ni indignos de la noble devoción y heroísmo del Fundador y sus seguidores. Son las vidas y las muertes de estos, su esperanza que no conoce la desesperación, su amor que no conoce el enfriamiento, su firmeza que no sabe vacilar, los que marcan este movimiento maravilloso con un carácter completamente propio. ... No es algo pequeño ni fácil de aguantar lo que estos han soportado, y seguramente lo que ellos consideraban que valía la vida, merece el intento de comprender. No digo nada acerca de la influencia poderosa que, según creo, la fe bábí ejercerá en el futuro, ni de la nueva vida que quizás pueda dar a un pueblo muerto; porque, tenga éxito o fracase, el espléndido heroísmo de los mártires bábís es eterno e indestructible.21

Esta impresión fue tan poderosa que la mayoría de los observadores occidentales tenían la tendencia a perder de vista el propósito del Báb debido a la fascinación con Su vida y Su persona. El mismo Browne, cuya investigación lo hizo preeminente entre la segunda generación de expertos europeos sobre el movimiento Bábí, fracasó en gran parte de comprender el papel que desempeñó la misión del Báb en la preparación del camino para la obra de Bahá'u'lláh o, de hecho, la forma en que los logros de este último representaban el triunfo y la reivindicación del Báb.22 El escritor francés A.L.M. Nicolas fue mucho más afortunado, en parte simplemente porque vivió suficiente tiempo como para beneficiarse de una mayor perspectiva histórica. Inicialmente antagónico hacia lo que percibió como la suplantación del Báb por parte de Bahá'u'lláh, finalmente llegó a apreciar el criterio bahá'í de que el Báb era una de las dos Manifestaciones de Dios sucesivas cuya misión conjunta es la unificación y pacificación del planeta.23


Este breve marco histórico será de ayuda para comprender el impulso de las enseñanzas del Báb. En cierto sentido, Su mensaje es meridianamente claro. Como lo enfatizó a menudo, el propósito de Su misión y el objeto de todos Sus esfuerzos era la proclamación del inminente advenimiento de Aquel a quien Dios hará manifiesto, esa Manifestación de Dios universal anticipada en los escritos religiosos a lo largo de las épocas de la historia humana. De hecho, todas las leyes reveladas por el Báb estaban destinadas simplemente a preparar a Sus seguidores para reconocer y servir al Prometido en Su advenimiento:

Nosotros hemos plantado el Jardín del Bayán [es decir, Su Revelación] en nombre de ‘Aquel a Quien Dios Ha de Manifestar’ y os hemos concedido permiso para morar en El hasta el momento de Su Manifestación; ...24
Una tabla iluminada del Báb

La misión del Báb era preparar a la humanidad para la llegada de una era de transformación más allá de lo que la generación que lo escuchó podría entender. Su deber era purificar sus corazones para que pudieran reconocer a Aquel a Quien todo el mundo estaba esperando y servir al establecimiento del Reino de Dios. El Báb era, por lo tanto, la Puerta a través de la cual aparecería esta tan esperada teofanía universal.

Cuando aparezca Aquel a Quien Dios Ha de Manifestar, los más distinguidos de entre los sabios y las personas más humildes serán juzgados por igual. Cuántas veces ha ocurrido que las personas más insignificantes han reconocido la Verdad, mientras que los más sabios han permanecido envueltos en velos.25

Significativamente, las referencias iniciales al Libertador Prometido aparecen en la primera obra principal del Báb, el Qayyúmu’l-Asmá', cuyos pasajes fueron revelados por Él la noche de la declaración de Su misión. Toda la obra es aparentemente una colección de comentarios sobre el Súrih de José en el Corán, que el Báb interpreta como presagio de la venida del divino José, ese Remanente de Dios Quien cumplirá las promesas del Corán y de todas las otras escrituras del pasado. Más que cualquier otra obra, el Qayyúmu’l-Asmá' reivindicó para los bábís las afirmaciones proféticas de su Autor y sirvió, durante la primera parte del ministerio del Báb, como el Corán o Biblia de Su comunidad.

¡Oh pueblos del Este y del Oeste! Temed a Dios en lo relativo a la Causa de José, el fiel, y no Le vendáis a un precio mezquino establecido por vosotros mismos, o por la bagatela de vuestras posesiones terrenas para que podáis, en verdad, ser alabados por Él como aquellos que se cuentan entre los piadosos cerca de esta Puerta.26

En 1848, solo dos años antes de su martirio, el Báb reveló el Bayán, el libro que debía servir como depósito principal de Sus leyes y la expresión más completa de Sus doctrinas teológicas. Esencialmente, el libro es un tributo extenso al Prometido que viene, ahora invariablemente llamado Aquel a quien Dios hará manifiesto. Esta última designación ocurre unas 300 veces en el libro, apareciendo en prácticamente todos sus capítulos, independientemente del tema aparente. El Bayán, y todo lo que contiene, depende de Su Voluntad; todo el Bayán contiene de hecho nada más que su mención; el Bayán es un regalo humilde de su Autor a Aquel a Quien Dios hará manifiesto; alcanzar Su Presencia es alcanzar la Presencia de Dios. Él es el Sol de la Verdad, el Advenimiento de la Verdad, el Punto de la Verdad, el Árbol de la Verdad:27

Juro por la Esencia más sagrada de Dios - alabado y glorificado sea - que, en el Día de la aparición de ‘Aquel a Quien Dios Ha de Manifestar’, mil lecturas atentas del Bayán no podrán igualar la lectura de un solo verso de los que serán revelados por ‘Aquel a Quien Dios Ha de Manifestar’.28

Algunas de las referencias más poderosas sobre el tema están contenidas en las tablas que el Báb dirigió directamente a Aquel a Quien Dios hará manifiesto:

¡Oh gran Maestro Omnipotente! Mediante la potencia celestial de Tu poder, Me has creado de la nada y Me has alzado para proclamar esta Revelación. Sólo a Ti Te he convertido en fideicomisario; a ninguna Voluntad Me he adherido salvo a la Tuya. Tú eres, en verdad, el que todo lo satisface y detrás de Ti se encuentra el Dios Verdadero, Aquél que domina todas las cosas.29

Aparte de este tema central, los escritos del Báb presentan un problema sobrecogedor incluso para aquellos estudiosos occidentales que están familiarizados con el persa y el árabe. En un grado considerable, esto se debe al hecho de que las obras a menudo abordan asuntos minuciosos de la teología islámica chiita que fueron de gran importancia para Sus oyentes, cuyas mentes se habían formado completamente en este estrecho mundo intelectual y que no podían concebir otro. El estudio de los principios espirituales organizativos dentro de estos escritos sin duda ocupará generaciones de candidatos a doctorado a medida que la comunidad bahá'í continúa expandiéndose y su influencia en la vida de la sociedad se consolida. Para el bábí, que recibió los escritos de primera mano, gran parte de su importancia radicaba en su demostración del dominio sin esfuerzo del Báb de los temas teológicos más abstrusos, temas. a los que sus opositores eclesiásticos habían dedicado años de minucioso estudio y disputa. El efecto fue la disolución para los seguidores del Báb de los fundamentos intelectuales sobre los cuales descansaba el sistema teológico islámico prevaleciente.

Una característica de los escritos del Báb que es relativamente accesible son las leyes que contienen. El Báb reveló lo que, a primera vista, son los elementos esenciales de un sistema completo de leyes que se ocupan tanto de la vida cotidiana como de la organización social. La pregunta que viene inmediatamente a la mente de cualquier lector occidental, incluso con una familiaridad superficial con la historia bábí, es la dificultad de conciliar este cuerpo de leyes que, aunque difuso, bien podría haber prevalecido durante varios siglos, con la reiterada previsión del Báb de que Aquel a Quien Dios hará manifiesto aparecería en breve y sentaría las bases del Reino de Dios. Si bien nadie sabía la hora de Su venida, el Báb aseguró a varios de Sus seguidores que vivirían para verlo y servirlo. Las alusiones crípticas al año nueve y al año diecinueve aumentaron la expectativa dentro de la comunidad bábí. Nadie podría afirmar falsamente que es Aquel a Quien Dios hará manifiesto, aseguró el Báb, y tener éxito al afirmarlo así.

Es en otro lugar donde debemos buscar el significado inmediato de las leyes del Bayán. La práctica del Islam, particularmente en su forma chiita, se había convertido en una cuestión de adherencia a ordenanzas y prescripciones minuciosamente detalladas, desarrolladas incesantemente por generaciones de mujtahids, y aplicadas rígidamente. La sharía, o sistema de derecho canónico, era, en efecto, la encarnación de la autoridad del clero sobre no solo la masa de la población sino incluso sobre la propia monarquía. Contenía todo lo que la humanidad necesitaba o podía usar. La boca de Dios estaba cerrada hasta el Día del Juicio, cuando los cielos se partirían, las montañas se disolverían, los mares hervirían, los toques de trompeta levantarían a los muertos de sus tumbas, y Dios bajaría rodeado de ángeles de distintos rangos.

Para aquellos que reconocieron al Báb, las disposiciones legales del Bayán destrozaron de un solo golpe la autoridad institucional del clero, al hacer que toda la estructura de la sharía fuera irrelevante.30 Dios había hablado de nuevo. Desafiado por un establecimiento religioso caduco que afirmaba actuar en nombre del Profeta, el Báb reivindicó su reclamo al ejercer, en su plenitud, la autoridad y los poderes que el Islam reservaba a los Profetas. Más que cualquier otro acto de su misión, fue esta audacia la que le costó la vida, pero el efecto fue liberar las mentes y los corazones de sus seguidores de una manera en que ninguna otra influencia podría haberlo hecho. El que tantas leyes del Bayán fueran reemplazadas o modificadas significativamente por las que estableció Bahá'u'lláh en el Kitáb-i-Aqdas31, en la perspectiva de la historia y a los ojos de la masa de los bábís que debían aceptar la nueva Revelación, fue de poca importancia una vez que se hubo cumplido el propósito del Báb.

A este respecto, es interesante observar la forma en que el Báb se ocupó de cuestiones que no tenían que ver con su misión, pero que, si no se abordaban, podrían convertirse en serios obstáculos para su trabajo ya que estaban profundamente arraigadas en la conciencia religiosa musulmana. El concepto de yihad o guerra santa, por ejemplo, es un mandamiento establecido en el Corán que es obligatorio para todos los musulmanes varones sanos y cuya práctica ha ocupado un lugar destacado en las sociedades islámicas a lo largo de los siglos. En el Qayyúmu’l-Asmá’, el Báb se esfuerza por incluir una forma de yihad como una de las prerrogativas de la estación que Él reclama para Sí mismo. Hizo sinembargo que cualquier participación en el yihad dependiera totalmente de Su propia aprobación, algo que se negó a dar. Posteriormente, el Bayán, aunque representaba la promulgación formal de las leyes de la nueva Dispensación, solo hace referencia pasajera a un tema que durante tanto tiempo parecía ser fundamental para el ejercicio de la Voluntad de Dios. Por lo tanto, al extenderse a través de Persia para proclamar la nueva Revelación, los seguidores del Báb se sintieron libres de defenderse cuando fueron atacados, pero sus nuevas creencias no incluían el antiguo mandato islámico de hacer la guerra contra otros con fines de conversión.32

En la perspectiva de la historia, es obvio que la intención de estas leyes rígidas y exigentes era producir una movilización espiritual, y en esto tuvieron un éxito brillante. Previendo claramente hacia dónde conduciría el curso en el que se embarcó, el Báb preparó a Sus seguidores, a través de un régimen severo de oración, meditación, autodisciplina y solidaridad en la vida comunitaria, para enfrentar las inevitables consecuencias de Su compromiso con su misión.

No obstante, las prescripciones en el Bayán se extendieron mucho más allá de esos propósitos inmediatos. En consecuencia, cuando Bahá’u’lláh asumió la tarea de establecer los fundamentos morales y espirituales de la nueva Dispensación, lo hizo directamente sobre el trabajo del Báb. El Kitáb-i-Aqdas, el Libro Madre de la era bahá’í, aunque no se presenta en la forma de un código sistemático, reúne para los bahá’ís las principales leyes de su Fe. La guía relacionada con la conducta individual o la práctica social se establece en el marco de pasajes que llaman al lector a una nueva y desafiante concepción de la naturaleza y el propósito del ser humano. Un erudito ruso del siglo XIX que hizo uno de los primeros intentos de traducir el libro comparó la pluma de Bahá’u’lláh que escribió el Aqdas con un pájaro, a veces volando en las cumbres del cielo, a veces descendiendo para tocar los temas más sencillos de las necesidades cotidianas.

La conexión con los escritos del Báb es evidente para cualquiera que examine las disposiciones del Aqdas. Se derogan aquellas leyes del Bayán que no tienen relevancia para la era venidera. Se reformulan otras prescripciones, generalmente mediante la liberalización de sus requisitos y la ampliación de sus aplicaciones. Aún otras disposiciones del Bayán se conservan prácticamente en su forma original. Un claro ejemplo de este último es la adopción por parte de Bahá'u'lláh del calendario del Báb, que consta de 19 meses de 19 días cada uno, con la provisión de un período intercalar de cuatro o cinco días dedicados a reuniones sociales, actos de caridad, y el intercambio de regalos con amigos y familiares.


Aparte de las leyes específicas del Bayán, los escritos del Báb también contienen las semillas de nuevas perspectivas y conceptos espirituales que iban a animar la empresa mundial bahá’í. Partiendo de la creencia universalmente aceptada por los musulmanes de que Dios es uno y trascendente, el Báb abre paso bruscamente a través del cúmulo de doctrinas en conflicto y especulaciones místicas que se habían acumulado durante más de 12 siglos de historia islámica. Dios no es solo Uno y Único; es completamente desconocido para la humanidad y siempre lo será. No existe una conexión directa entre el Creador de todas las cosas y Su creación.

La única vía de acercamiento a la Realidad Divina detrás de la existencia es a través de la sucesión de Mensajeros a Quienes envía. Dios se manifiesta a la humanidad de esta manera, y es en la Persona de Su Manifestación que la conciencia humana puede darse cuenta tanto de la voluntad divina como de los atributos divinos. Lo que las Escrituras han descrito como encontrarse con Dios, conocer a Dios, adorar a Dios, servir a Dios, se refiere a la respuesta del alma cuando reconoce la nueva Revelación. El advenimiento del Mensajero de Dios es en sí mismo el Día del Juicio. El Báb niega así la validez de la creencia sufí en la posibilidad de la fusión mística del individuo con el Ser Divino a través de la meditación y las prácticas esotéricas:

No os engañéis a vosotros mismos pensando que estáis practicando la virtud por amor a Dios, cuando no es así. Pues si de verdad realizarais vuestras obras por Dios, las estaríais realizando por ‘Aquel a Quien Dios Ha de Manifestar’ y estaríais magnificando Su Nombre. … Reflexionad un poco, para que no quedéis excluidos, como detrás de un velo, de la vista de Aquél que es el Alba de la Revelación.33

Yendo mucho más allá de la concepción islámica ortodoxa de una sucesión de Profetas que termina con la misión de Muhammad, el Báb también declara que la Revelación de Dios es un fenómeno recurrente e interminable cuyo propósito es la educación y desarrollo gradual de la humanidad. A medida que la conciencia humana reconoce y responde a cada Mensajero Divino, las capacidades espirituales, morales e intelectuales latentes en él se desarrollan continuamente, preparando así el camino para el reconocimiento de la próxima Manifestación de Dios.

Las Manifestaciones de Dios —incluidas Abraham, Moisés, Jesús y Muhammad— son una en esencia, aunque sus personas físicas difieren, al igual que aquellos aspectos de sus enseñanzas que se relacionan con una sociedad humana en constante evolución. Se puede decir que cada uno tiene dos estaciones: la humana y la divina. Cada uno trae dos pruebas de su misión: Su propia Persona y las verdades que enseña. Cualquiera de estos testimonios es suficiente para cualquier alma que es sinceramente inquisitiva; el problema es la pureza de la intención, y esta cualidad humana es particularmente valorada en los escritos del Báb. A través de la unidad de fe, razón y comportamiento, cada persona, con las confirmaciones de Dios, puede alcanzar esa etapa de desarrollo en la que alguien busca para los demás las mismas cosas que busca para sí mismo.

Aquellos que creen sinceramente en el Mensajero cuya fe siguen, son preparados por ella para reconocer la próxima Revelación de la única Fuente divina. Se convierten así en instrumentos a través de los cuales la Palabra de Dios continúa realizando su propósito en la vida de la humanidad. Este es el verdadero significado de las referencias en las religiones pasadas a la resurrección, el cielo y el infierno, de manera similar, no son lugares sino condiciones del alma. Un individuo entra en el paraíso en este mundo cuando reconoce la Revelación de Dios y comienza el proceso de perfeccionar su naturaleza, un proceso que no tiene fin, ya que el alma misma es inmortal. Del mismo modo, los castigos de Dios son inherentes a la negación de Su Revelación y la desobediencia a las leyes de cuya operación nadie puede escapar.

Muchos de estos conceptos en los escritos del Báb pueden apelar a varias referencias o al menos a insinuaciones en los escritos de las religiones anteriores. Sin embargo, será obvio por lo que se ha dicho que el Báb los coloca en un contexto completamente nuevo y extrae de ellos implicaciones muy diferentes de las que tenían en cualquier sistema religioso anterior.

El Báb describió Sus enseñanzas como la apertura del vino sellado mencionado tanto en el Corán como en el Nuevo Testamento. El Día de Dios no vislumbra el fin del mundo, sino su renovación perenne. La tierra seguirá existiendo, al igual que la raza humana, cuyas potencialidades se desarrollarán progresivamente en respuesta a los impulsos sucesivos de lo divino. Todas las personas son iguales a la vista de Dios, y la raza ahora ha avanzado hasta el punto en que, con el inminente advenimiento de Aquel a Quien Dios hará manifiesto, no hay necesidad ni lugar para una clase privilegiada de clérigos. Se alienta a los creyentes a ver la intención alegórica en los pasajes de los Escritos que alguna vez fueron vistos como referencias a eventos sobrenaturales o mágicos. Como Dios es uno, la realidad fenoménica es una, un todo orgánico animado por la voluntad divina.

El contraste entre esta concepción evolutiva y supremamente racional de la naturaleza de la verdad religiosa y la que encarnaba el Islam chiita del siglo XIX no podría haber sido más dramático. Lo fundamental para el chiismo ortodoxo, cuyas implicaciones se exponen ahora en el régimen de la República Islámica de Irán, fue una comprensión literal del Corán, una preocupación por la meticulosa adhesión a la sharía, una creencia en la que la salvación personal viene a través de la imitación (taqlíd) de mentores clericales, y una convicción inflexible de que el Islam es la revelación final y totalmente suficiente de la verdad de Dios para el mundo. Para una mentalidad tan estática y rígida, cualquier consideración seria de las enseñanzas del Báb tendría consecuencias impensables.

Las enseñanzas del Báb, como las leyes del Bayán, se enuncian no en forma de una exposición organizada, sino que se encuentran encajadas en la amplia gama de temas teológicos y místicos abordados en las páginas de Sus voluminosos escritos. Es en los escritos de Bahá’u’lláh que, al igual que con las leyes del Bayán, estas verdades y preceptos dispersos se toman, se reforman y se integran en un sistema de creencias unificado y coherente. El tema va mucho más allá del alcance de este breve artículo, pero el lector encontrará en la principal obra doctrinal de Bahá'u'lláh, el Kitáb-i-Íqán (Libro de la Certeza), no solo ecos de las enseñanzas del Báb, sino una exposición coherente de sus conceptos centrales.


Hoy en día, una característica sorprendente de los escritos del Báb que se ha convertido en un elemento importante de la creencia e historia bahá’í, es la misión prevista para los pueblos de Occidente. y la admiración por las cualidades que les califican para ésta. Esto también contrastaba dramáticamente con el desprecio manifiesto por el pensamiento de los farangi o infieles que prevalecía en el mundo islámico de su tiempo. Elogia particularmente el avance científico occidental, por ejemplo, al igual que la imparcialidad mental y la preocupación por la limpieza que el Báb consideraba que los occidentales en general tenían la tendencia de exhibir. Su apreciación no es simplemente generalizada, sino que abarca incluso asuntos tan mundanos como los sistemas postales y las imprentas.

At the outset of the Báb’s mission, the Qayyúmu’l-Asmá’ called on the peoples of the West to arise and leave their homes in promotion of the Day of God:

Al comienzo de la misión del Báb, el Qayyúmu'l-Asmá' llamó a los pueblos de Occidente a levantarse y abandonar sus hogares en la promoción del Día de Dios:34

TA un médico británico que atendió las heridas infligidas durante su interrogatorio en Tabríz, el Báb expresó Su confianza en que, con el tiempo, los occidentales también abrazarían la verdad de Su misión.

Este tema se aborda poderosamente en la obra de Bahá’u’lláh. En una serie de tablas hizo un llamado a los gobernantes europeos como la Reina Victoria, Napoleón III, Kaiser Wilhelm I y el Zar Alejandro II a examinar desapasionadamente la Causa de Dios. La monarca británica es calurosamente elogiada por las acciones de su gobierno para abolir la esclavitud en todo el imperio y por el establecimiento del gobierno constitucional. Quizás el tema más extraordinario que contienen las cartas es una convocatoria, una misión virtual para los gobernantes de América y presidentes de sus repúblicas. Se les pide que al quebrantado, vendadlo con las manos de la justicia y al opresor floreciente, aplastadlo con la vara de los mandamientos de vuestro Señor.35

Anticipándose a la contribución decisiva que los países y pueblos occidentales están destinados a hacer para el establecimiento de las instituciones del orden mundial, Bahá'u'lláh escribió:

La Luz de su Revelación ha despuntado en el Oriente; los signos de su dominio han aparecido en el Occidente. Examinad esto en vuestros corazones, oh pueblo. ...36

Se transfirió a ‘Abdu’l-Bahá la responsabilidad de sentar las bases de este rasgo distintivo de las misiones del Báb y Bahá’u’lláh. Al visitar Europa Occidental y América del Norte en los años 1911–1913, unió los elogios por los logros materiales de Occidente con un llamamiento urgente para que se equilibraran con los elementos esenciales de la civilización espiritual.

Durante los años de la Primera Guerra Mundial, después de regresar a Tierra Santa, 'Abdu'l-Bahá redactó una serie de cartas dirigidas al pequeño grupo de seguidores de Bahá'u'lláh en Estados Unidos y Canadá, llamándolos a levantarse y llevar el mensaje bahá'í a los rincones más remotos del mundo. Tan pronto como las condiciones internacionales lo permitieron, estos bahá’ís comenzaron a responder. Desde entonces, han seguido su ejemplo los miembros de muchas otras comunidades bahá'ís de todo el mundo, y las mismas que han proliferado durante las décadas posteriores.

Esta foto muestra un banquete celebrado en honor de 'Abdu'l-Bahá en el Great Northern Hotel, Nueva York, el 23 de noviembre de 1912. Su visita a Europa y América del Norte sirvió para reforzar las primeras comunidades bahá'ís allí y finalmente condujo a la expansión de la Fe Bahá'í en todo el mundo.

Asimismo, a los creyentes norteamericanos ‘Abdu’l-Bahá confió la tarea de sentar las bases de las instituciones elegidas democráticamente concebidas por Bahá’u’lláh para la administración de los asuntos de la comunidad bahá’í. Toda la estructura de toma de decisiones del sistema administrativo actual de la Fe a nivel local, nacional e internacional, tuvo su origen en estas asambleas consultivas sencillas que formaron los creyentes estadounidenses y canadienses.

Los bahá’ís ven un patrón de respuesta paralelo al mandato divino, aunque no reconocido, en el creciente liderazgo que las naciones occidentales han asumido a lo largo del presente siglo en los esfuerzos por lograr la paz global. Este es particularmente el caso del esfuerzo por inaugurar un sistema de orden internacional. Por su propia visión al respecto, así como al coraje solitario que requería el esfuerzo para realizarlo, el inmortal Woodrow Wilson ganó un lugar de honor duradero en los escritos del Guardián de la Fe Bahá’í

Por otra parte, los bahá'ís son conscientes de que han sido los gobiernos de Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia los que han tomado la delantera en el campo de los derechos humanos. La comunidad bahá'í ha experimentado de primera mano los beneficios de esta preocupación en las exitosas intervenciones emprendidas en nombre de sus miembros en Irán durante las recurrentes persecuciones bajo los regímenes de los Shahs Pahlavi y la República Islámica.

Nada de lo que se ha dicho debería sugerir una admiración acrítica de las culturas europeas o norteamericanas por parte de Báb o Bahá’u’lláh, ni una aprobación de los fundamentos ideológicos sobre los que descansan. Muy por el contrario. Bahá’u’lláh advierte en tonos ominosos del sufrimiento y la ruina que serán infligidos en toda la raza humana si la civilización occidental continúa en su rumbo de excesos. Durante Sus visitas a Europa y Norteamérica, 'Abdu'l-Bahá llamó a sus oyentes en lenguaje conmovedor para que se liberaran, mientras aún quedaba tiempo, de prejuicios raciales y nacionales, así como de preocupaciones materialistas, cuyos peligros desapercibidos, dijo, amenazaban el futuro de sus naciones y de toda la humanidad.


El Santuario del Báb en Haifa

Hoy, siglo y medio después de inaugurada de la misión del Báb, la influencia de Su vida y Sus palabras se ha manifestado en una comunidad global procedente de todos los lugares de la tierra. El primer acto de la mayoría de los peregrinos bahá'ís a su llegada al Centro Mundial de su Fe es caminar por la avenida bordeada de flores que conduce al espléndido Santuario que alberga los restos mortales del Báb, y poner sus frentes en el umbral de Su lugar de descanso. Creen con confianza que, en los años venideros, los reyes peregrinos ascenderán con reverencia la magnífica escalera de terrazas que se eleva desde el pie de la Montaña de Dios hasta la entrada del Santuario, y colocarán los emblemas de su autoridad en ese mismo umbral. En los países de donde provienen los peregrinos, innumerables niños de todos los orígenes y todos los idiomas llevan hoy los nombres de los compañeros mártires del Báb: Tahirih, Quddús, Husayn, Zaynab, Vahid, Anís, muy similar a la manera en que los niños en todas las tierras del imperio romano comenzaron, hace 2.000 años, a llevar los nombres hebreos poco conocidos de los discípulos de Jesucristo.

La elección de Bahá’u’lláh de un lugar de descanso para el cuerpo de Su Precursor, traído con infinita dificultad desde Persia, tiene un gran significado para el mundo bahá’í. A lo largo de la historia, la sangre de los mártires ha sido la semilla de la fe. En la era que está presenciando la unificación gradual de la humanidad, la sangre de los mártires bábís se ha convertido en la semilla no solo de la fe personal, sino de las instituciones administrativas que son, en palabras de Shoghi Effendi, el núcleo y el patrón mismo del Orden Mundial concebido por Bahá'u'lláh. La relación está simbolizada por la posición suprema que ocupa el Santuario del Báb en el desarrollo progresivo del centro administrativo de la Fe Bahá’í en el Monte Carmelo.

Hoy debe haber muy pocos entre la corriente de peregrinos bahá'ís que ingresan a este majestuoso entorno, cuyas mentes no se vuelven a las palabras familiares con las que el Báb se despidió hace 150 años del puñado de Sus primeros seguidores, todos ellos sin influencia ni riqueza y la mayoría de ellos destinados, como Él, a perder la vida pronto.

El secreto del Día por venir se encuentra oculto ahora. No puede ser divulgado ni medido. El niño recién nacido en ese Día sobrepuja al más sabio y venerable de los hombres de ahora, y el más humilde e iletrado de ese período sobrepasará en comprensión al más erudito y consumado teólogo de esta edad. Dispersaos a lo largo y a lo ancho de esta tierra y, con pies firmes y corazones santificados, preparad el camino para Su venida. No toméis en cuenta vuestras limitaciones y debilidad; fijad vuestra mirada en el poder invencible del Señor, vuestro Dios, el Todopoderoso. … Levantaos en Su nombre, poned toda vuestra confianza en Él y estad seguros de la victoria final.37

Nota del autor: Estoy en deuda con el Dr. Muhammad Afnan y la Sra. Elizabeth Martin por su asesoramiento y ayuda durante la preparación de este artículo.

  1. Mullá Husayn-i-Bushru’í. ↑ 
  2. El aniversario del nacimiento del Báb se conmemora el día después a la aparición de la octava luna nueva en el año bahá’í, que se mueve entre mediados de octubre y mediados de noviembre; Su declaración, el 23 o 24 de mayo; y su martirio, el 9 o 10 de julio. ↑ 
  3. Arnold Toynbee, A Study of History, vol. 8 (Londres: Oxford, 1954). 117. ↑ 
  4. Shoghi Effendi, The World Order of Bahá’u’lláh: Selected Letters, 2d rev ed (Wilmette: Bahá’í Publishing Trust, 1974), 123–24. ↑ 
  5. Le debo esta sugerencia interesante al Dr. Hossain Danesh. ↑ 
  6. Shoghi Effendi, Dios Pasa, 2a ed. rev., 2008 (Editorial Bahá’í de España), 106 y The Bahá’í World, vol. 9, 1940–1944 (1945; reimpresión, Wilmette: Bahá'í Publishing Trust, 1981), 588. ↑ 
  7. El uso persistente del término bábí en los ataques musulmanes iraníes contra la Fe Bahá'í a lo largo de los años ha tendido a ser un reflejo del espíritu de animosidad incitado por sus oponentes clericales originales del siglo diecinueve. ↑ 
  8. Percy Bysshe Shelley, Prometheus Unbound, bk. 4, ll. 569-78. ↑ 
  9. Ralph Waldo Emerson, The Divinity School Address, Selections from Ralph Waldo Emerson, S.E. Wricher, ed. (Boston: Houghton Mifflin, 1960), 115-16. ↑ 
  10. Alfred, Lord Tennyson, Idylls of the King: The Passing of Arthur, ll. 408–10. ↑ 
  11. Muhammad-i-Zarandí (Nabil-i-A'zam), Los Rompedores del Alba: Narración de Nabil de los Primeros Días de la Revelación Bahá'í, traducido del original persa por Shoghi Effendi (Editorial Bahá’í de España, 2007), 100. ↑ 
  12. El Báb, junto con un joven seguidor, fue suspendido por cuerdas de una pared del patio en la fortaleza de Tabriz, y un regimiento cristiano armenio, cuyo comandante había expresado gran malestar acerca del encargo, fue ordenado a abrir fuego contra los prisioneros. Cuando el humo de los 750 rifles se disipó, estalló casi el pandemonio entre la multitud de espectadores atestados en los techos y paredes. El compañero del Báb estaba de pie ileso junto a la pared, y el Báb mismo había desaparecido de la vista. Toda la descarga no había hecho más que cortar las cuerdas. El Báb había regresado a la habitación en la que había estado recluido, a fin de completar las instrucciones a su amanuense, que habían sido interrumpidas por sus carceleros. El regimiento armenio abandonó inmediatamente la fortaleza, rechazando cualquier otra participación. Hubiera requerido tan solo un gesto de aliento del Báb para que la multitud, ahora en un estado de intensa excitación provocada por lo que consideraban un milagro, lo liberara de sus captores. Cuando no aprovechó esta apertura, las autoridades finalmente recuperaron la compostura y convocaron a un regimiento de soldados musulmanes que llevaron a cabo la ejecución prevista. Aunque dramático, el incidente no fue un evento aislado en el ministerio del Báb. Cuatro años antes, el gobernador rico y poderoso de Isfáhán, Manúchir Khán, quien era el anfitrión y cálido admirador del Báb, había ofrecido marchar a la capital con su ejército e inducir al débil gobernante de Persia, Muhammad Sháh, a reunirse con el Báb y escuchar Su mensaje. La oferta fue rechazada cortésmente, y la muerte posterior de Manúchir Khán condujo directamente al arresto, encarcelamiento y ejecución del Báb. ↑ 
  13. Ernest Renan, Les Apôtres, traducido del francés por William G. Hutchison (Londres: Watts & Co., 1905), 134. Por él, miles de mártires avanzaron juntos a su muerte. Un día sin igual quizás en la historia del mundo fue el de la gran masacre de los bábís en Teherán. ‘En ese día se veía en las calles y los bazares de Teherán’, dice un narrador, que tiene conocimiento de primera mano, ‘un espectáculo que no parece que las poblaciones puedan olvidar jamás ...’. Las mujeres y los niños avanzaron cantando un verso que dice: ‘En verdad venimos de Dios, y volvemos a Él’. El narrador al que se hace referencia es J.A. de Gobineau, 3ª ed., Les Religions et les Philosophies dan l’Asie Centrale (París: Ernest Leroux, 1900), 304 et seq. 13. 14. ↑ 
  14. Los Rompedores del Alba, 85. ↑ 
  15. E.G. Browne, introducción a Myron H. Phelps, Life and Teachings of Abbas Effendi, 2d rev ed (Nueva York; Londres: G.P. Putnam’s Sons: The Knickerbocker Press, 1912), xvi. ↑ 
  16. El Báb, Selección de los Escritos de El Báb (Editorial Bahá'í dé España, 1982), 23. ↑ 
  17. Los Rompedores del Alba, 332–33. ↑ 
  18. Juan 1: 1–10, (Biblia de Jerusalén). ↑ 
  19. Bahá’u’lláh, The Call of the Divine Beloved (Haifa: Bahá’í World Center, 219), 88–89. En el momento de la publicación original de este artículo, se utilizó una traducción anterior de Los Cuatro Valles. Este artículo ha sido actualizado para reflejar la nueva traducción autorizada del trabajo. ↑ 
  20. E.G. Browne, Introducción a A Traveler’s Narrative: Written to Illustrate the Episode of the Báb, por ‘Abdu’l-Bahá. Trans. E.G. Browne (Nueva York: Bahá’í Publishing Committee, 1930), viii. ↑ 
  21. E.G. Browne, Bábíism,, Religious Systems of the World, 3ª ed. (Londres: Swan Sonnenschein & Co. y Nueva York: MacMillan & Co., 1892), 352–53 ↑ 
  22. La objetividad de Browne parece haber sido nublada, también, por su esperanza de que los bábís enfocaran sus energías en la reforma política de la misma Persia. Al criticar lo que vio como el desvío por Bahá'u'lláh de las energías bahá'ís de la política doméstica a la causa de la unidad mundial, se quejó de que ... justo ahora son los hombres que aman a su país por encima de todo lo que necesita Persia. Introducción en inglés al Nuqtatu'l-Káf, citado en H.M. Balyuzi, Edward Granville Browne and the Bahá’í Faith (Londres: George Ronald, 1970), 88. ↑ 
  23. The Bahá’í World, vol. 9, 1940–44 (Wilmette: Bahá’í Publishing Trust, 1945), 584–85. ↑ 
  24. Selección de los Escritos de El Báb, 63. ↑ 
  25. Ibid., 44. ↑ 
  26. Selección de los Escritos de El Báb, 25. ↑ 
  27. Persian Bayán, manuscrito inédito. Referencias a unidades y capítulos 7.1; 5.7; 4.1; y 7.11. ↑ 
  28. Selección de los Escritos de El Báb, 50. ↑ 
  29. Ibid., 30. ↑ 
  30. El desafío se puso claramente de manifiesto para los principales seguidores del Báb en una conferencia celebrada en la pequeña aldea de Badasht en 1848. Curiosamente, la figura que tomó la iniciativa para que se lograra comprender la magnitud de los cambios espirituales e intelectuales que el Báb puso en marcha fue una mujer, la talentosa poetisa Táhirih, quien más tarde sufriría el martirio por sus creencias. ↑ 
  31. El Libro Más Sagrado, la carta de Bahá'u'lláh para una nueva civilización mundial, escrita en árabe en 1873. ↑ 
  32. En el Kitáb-i-Aqdas, Bahá'u'lláh abolió formalmente la guerra santa como una característica de la vida religiosa. Ver William S. Hatcher y J. Douglas Martin, The Bahá’í Faith: The Emerging Global Religion (San Francisco: Harper & Row, Publishers, 1985), 13–14. ↑ 
  33. Selección de los Escritos de El Báb, 42. ↑ 
  34. ,Selección de los Escritos de El Báb, 28. ↑ 
  35. Bahá’u’lláh, El Kitáb-i-Aqdas, párr. 88. ↑ 
  36. Bahá’u’lláh, Tablas de Bahá'u'lláh, Reveladas después del Kitáb-i-Aqdas, 9. ↑ 
  37. Los Rompedores del Alba, 101. ↑